7 sept 2025

Cracker 'Teen Angst (What the World Needs Now)



A1-. Teen Angst (What the World Neds Now) (Edit)   listen / download

B1-. Can I TAke my Gun to Heaven   listen / download

 

año: 1992

sello: Virgin Rds.

referencia: VUS 61 


Tiendas de discos. Otrora paraísos terrenales, actualmente una lotería que puede salir una vez cara y diez cruz. Probablemente es el lugar donde más a gusto me siento estando fuera de casa. Un lugar donde generalmente me gusta ir solo, a mi bola, sin prisas, aunque también disfruto en compañía, sobre todo si es con alguien tan apasionado como yo. Desde los días en que sólo puedo pasarme a mirar 5 minutos hasta las mañanas que me tiro 3 horas, las tiendas en las que reviso uno por uno todos sus discos hasta las que me paro unicamente en las 'cubetas clave',  las que tienen los discos tan apretados que cuesta hacer un hueco de medio centímetro para meter el dedo hasta las modernas y espaciosas con espacio de sobra, las que abandonan a su suerte a los discos de segunda mano y acabas con los dedos negros hasta las que los cuidan con mimo y los meten en sus funditas de plástico, las de pasillos estrechos y cubetas tiradas en el suelo donde cada vez sufre más mi maltrecha espalda o las de cómodos expositores que no auguran una buena pesca, TODAS me gustan y lo que es más importante, en todas ellas pienso que voy a encontrar ESE disco que llevo toda la vida buscando o aquel otro que es muy cotizado y sueño con encontrarme por unas pocas monedas.

Al igual que yo, supongo que muchos de vosotros lo primero que hacéis cuando salís de vacaciones o fin de semana fuera de vuestra ciudad o país, es mirar si hay alguna tienda de discos allí, dónde está y qué tal pinta tiene. Ya habrá tiempo de mirar si hay algún museo o monumento interesante, el tiempo que va a hacer, si hay algún evento o actividad esos días, lo más importante es saber a qué distancia del hotel está la tienda de discos más cercana, el horario (no vaya a ser que sea de esas que no abre todos los días o solo por las tardes) y adaptar un día o varios para visitarlas. Esa emoción de descubrir una nueva tienda para mi no tiene precio, conozco al dedillo todas las tiendas de mi ciudad, Madrid, sus costumbres, sus precios, a los dueños, lo que puedo esperar de ellas y en las que sé que es probable que me encuentre algo, pero ¿y cuando viajo a otra ciudad y entro en una tienda desconocida? esa sensación es difícil de explicar. Primero se hace un escaneo rápido de la distribución de la tienda, cómo tiene ordenados/colocados los discos, dependiendo del tiempo de que disponga, decidir qué parte o sección me puedo saltar y también como de extensa es la sección de saldos que es dónde más tiempo se puede perder. Una vez hecho eso, ya comienzo a mover los dedos desesperado antes casi de avalanzarme sobre la cubeta, los primeros discos en visualizar ya pueden dar una idea de lo que me puedo encontrar y salvo que sea algo muy obvio, me cuesta coger un primer disco hasta no ver qué más hay. Luego está el caso de mi amigo Carlos que es al contrario, va cogiendo todos los que le llaman la atención por un motivo u otro y ya al final antes de irnos, decide cual comprar y cual dejar. Por lo general, cuando viajo, me gusta compra algún disco en las tiendas que visito salvo que sea muy claro que nada merece la pena. También es cierto que dada mi situación actual de falta de espacio físico en casa y el desorbitado precio de los discos, llevo una temporada siendo más austero.

Todo esto viene al caso para comentar el último disco que ha entrado en casa, no fue en una de esas tiendas de discos que visité este verano (en Viena y Budapest), fue a la vuelta cuando con pocas esperanzas me pasé por La Metralleta con mi amigo Carlos con la única intención de vernos, charlar un rato y tomarnos una cervecita. Sorprendentemente, y más siendo pleno Agosto, encontré la tienda con algunas sorpresas agradables (reconozco que ya me conformo con poco) entre tanta reedición a 30€ y discos inflados de precio sin nigún sentido. Antes solía rebuscar mucho en las cubetas de singles a 1€ pero es cierto que la renovación de dichos 7" es cada vez más escasa y muchos van quedando pegados como musgo en las piedras, como esos discos de Los Tres Sudamericanos o Pablo Abraira que nadie quiere ya. En otra época me encargaba yo de 'despegarlos' y llevarlos a mi casa para mi 'colección B' de discos chochis, petardos o como queráis llamarlos. Pero mi estantería y mi (sub)consciente ha dicho basta, ya no quiero más basura en casa, basta ya de almacenar más discos que sólo quiero por hacer la gracia. Dicho esto, acompañé a Carlos en su tarea de rebuscar entre la mierda, él sentado en el suelo, yo en la banquetita de abuelo, sin mucha esperanza de encontrar nada. Sin embargo, entre tanto disco con la portada destrozada, singles que no le hacen gracia ni a mi madre, reliquias que seguro que llevan más de 5 años sintiendo los dedos negros de buscadores compulsivos como nosotros, encontré una portada reluciente, en unas condiciones impolutas y con un vinilo probablemente virgen. El grupo era Cracker y se trataba de su primer single en la aventura de David Lowery tras la disolución de su anterior grupo, Camper Van Beethoven.

No he seguido la carrera de Cracker ni conozco sus canciones pero ese disco estaba pidiendo a gritos que le sacase de allí, rodeado que estaba de Luis Aguilé y La charanga del tío Honorio. Y eso hice como buen samaritano que soy. Ya tranquilamente en casa pude escucharlo y descubrir lo que me podía imaginar, un sonido típico de banda indie rock americana de los 90, todavía con alguna reminiscencia folk de su anterior etapa pero con un sonido rock adulto y a medio camino entre la escena alternativa y el mainstream. La canción titular está chula, pegadiza, un tanto chulesca y disfrutona, me recuerda un tanto a The Wonder Stuff con ese sonido macarrilla pero tierno a la vez. La cara B se muestra más pausada, como de rock fronterizo de noche de borrachera, esa canción que podría salir en una película en la que el protagonista apura su último whisky sentado solo en la barra del bar mientras la camarera le insta a que se marche ya, que mañana será otro día. Para haberme costado 2€, bastante contento estoy.

Pese a todo lo negativo que os he ido contando, seguiré amando las tiendas de discos, ni los tenderos bordes, ni los precios abusivos, ni la afluencia de gente desubicada que solo asoma por aquello de la moda del vinilo, conseguirán que me aleje de ellas. Quién sabe si algún día me encuentro con ese disco que jamás pensé ver allí. Por suerte o por desgracia y por diferentes motivos, mucha gente de mi quinta o un poco anterior se está deshaciendo de sus colecciones de discos y quién sabe que podré encontrar... pero de eso ya hablaré en otro momento.



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